Los dilemas de la oposición le dan aire a Cambiemos para 2019

Tres hipótesis de por qué al peronismo se le hace difícil capitalizar el desgaste del gobierno.

Hasta ahora, durante los 31 meses que lleva Cambiemos en la gestión, los partidos y líderes de oposición fueron incapaces de capitalizar en términos políticos y electorales el natural desgaste experimentado por el gobierno. Esto incluye, ciertamente, los denominados “errores no forzados” que todas las administraciones padecen y que suelen acelerar la pérdida de imagen. ¿A qué se debe este fenómeno? ¿Cambiará acaso con la reciente crisis cambiaria y la previsible recesión que tendremos al menos por los próximos dos trimestres? Se trata de dos interrogantes cruciales para entender la dinámica del proceso electoral de cara al 2019. Sobre todo por el hecho de que, si no aprovechamos el próximo martes la gran oportunidad que nos han dado nuestros hermanos nigerianos, los potenciales competidores, que estaban preparados para comenzar sus respectivas campañas ni bien termine el Campeonato Mundial de Rusia, se verán obligados a acelerar sus planes originales. Ojalá que esto no ocurra y que nuestra querida Selección se reponga rápidamente del papelón del jueves pasado. En un país tan futbolizado como el nuestro, a nadie le puede sorprender que el calendario de la política esté concebido en función de un torneo de semejante envergadura.

La primera

No hay uno o varios partidos de oposición con la organización y los recursos necesarios como para justamente aprovechar oportunidades como estas. En efecto, el sistema de partidos está enormemente desgastado en la Argentina. Se trata de maquinarias electorales vetustas, muy oxidadas, que se ponen cada dos años en valor gracias a que aún tenemos un sistema de votación absurdo y arcaico en el que los punteros y los fiscales tienen vital importancia. A propósito, esto explica la escasa (o nula) voluntad para introducir modificaciones sencillas como la boleta única, como ocurre actualmente en las elecciones provinciales en Santa Fe y Córdoba, habida cuenta de las dudas que generan otras alternativas tecnológicamente más sofisticadas como la boleta electrónica utilizadas en Salta o en la Ciudad de Buenos Aires. Lo cierto es que, con partidos tan débiles, no hay quien esté en la práctica en condiciones de coordinar los esfuerzos necesarios para aprovechar política o, al menos comunicacionalmente, los errores forzados y no forzados del gobierno.

La segunda

Tampoco hay líderes o candidatos individuales que puedan sacar ventajas, reemplazando el vacío que dejan los partidos. En muchos casos de crisis de sistemas de partidos, aparecen líderes “extra-sistémicos” u otra clase de organizaciones políticas o de la sociedad civil que ocupan el espacio dejado justamente por el fracaso de las organizaciones partidarias. Este no es el caso de la Argentina, a pesar de la histórica importancia que tienen por ejemplo los sindicatos y otras organizaciones sociales (incluso religiosas).

La tercera

Comunicacionalmente el gobierno ha sido muy eficaz en el uso de la famosa grieta, aprovechando la imagen negativa que sigue teniendo Cristina Fernández de Kirchner. Tiende entonces a victimizarse, atribuyendo las eventuales críticas a intentos de desestabilización o bloqueo a la gestión del gobierno. Esto tiene un efecto disuasivo en líderes opositores que necesitan diferenciarse del kirchnerismo para recuperar apoyo entre los votantes independientes, sobre todo en los grandes centros urbanos, que es donde se concentran los segmentos sociales que más rechazo experimentan por el gobierno anterior.

Como puede observarse en la siguiente tabla, que corresponde a un sondeo reciente que realicé junto a D’Alessio IROL, el único dirigente peronista que tiene mayor imagen positiva que negativa es Roberto Lavagna. Recordemos que en el año 2007, el exministro de economía de Duhalde y Néstor Kirchner compitió como candidato presidencial contra Cristina, que tiene una imagen negativa realmente muy elevada, de 75%.

Vale la pena entonces preguntarnos si estamos frente a un fenómeno transitorio, que puede modificarse como consecuencia de la reciente crisis cambiaria y la erosión adicional que experimentará el gobierno como resultado de la recesión, o si por el contrario se trata de un hecho de características permanentes, que no habrá de modificarse en el marco del proceso electoral 2019. A partir de la experiencia histórica, puede especularse con que la fuerte devaluación del peso y la consecuente caída en los ingresos impactarán negativamente en la imagen del gobierno y sus principales líderes. Recordemos que la mayoría de la población ya considera que está económicamente peor que hace un año, y que su situación no mejorará en el futuro cercano. Como admitió el propio Nicolás Dujovne, es muy probable que la situación económica se deteriore aún más al menos durante el próximo trimestre. La mayoría de los analistas económicos independientes considera que el impacto de la reciente corrida cambiaria se puede extender bastante más. El siguiente gráfico, extraído del mismo sondeo, permite comprender la situación actual en materia de expectativas económicas.

Esto nos hace entonces suponer que para el gobierno, en materia de desgaste lo peor aún no pasó. Sin embargo, dentro de la Casa Rosada no abandonan su optimismo respecto del año próximo. Por un lado, consideran que el sector agroindustrial traerá nuevamente buenas noticias. Esta campaña de trigo será excepcional y, clima mediante, la terrible sequía de este año dará lugar a una fuerte recuperación en los volúmenes de soja y maíz. Esto ayudará no solo en términos de recuperación de la actividad económica, sino también para despejar los interrogantes que produce el deterioro de la balanza comercial. Siempre, claro está, que la guerra comercial entre Estados Unidos, Europa, China y también India no nos perjudique en materia de precios. Por otro lado, el nuevo nivel de tipo de cambio, que el Banco Central buscará mantener para favorecer la competitividad, en la práctica protege a un importante número de sectores industriales que sufrían por las importaciones. Esto contribuirá a sostener fuentes de trabajo, sobre todo en grandes centros urbanos, menos impactados por la esperada recuperación del sector agroindustrial. En tercer lugar, si bien este año se espera una caída en el salario real, es evidente que el mismo gobierno impulsará su recuperación en el 2019 para favorecer sus chances en el proceso electoral. Esto también debería impactar positivamente en el consumo doméstico, lo mismo que la esperada reducción de la tasa de interés (que sigue muy alta para desalentar la compra de divisas). Finalmente, el gobierno espera poder implementar, como ocurrió en el ciclo electoral 2017, con algunas oportunidades para incentivar el consumo de los sectores populares, por ejemplo con programas como los créditos Argenta, que favorecieron a los jubilados con prestaciones mínimas y a quienes reciben planes sociales.

Si bien es cierto que el esfuerzo para reducir el déficit fiscal implicará acotar la inversión esperada en obra pública, que solo parcialmente podrá compensarse vía los famosos PPP (Proyectos de infraestructura público-privados), en Cambiemos esperan llegar al 2019 con un clima económico muy distinto al actual.

La crisis cambiaria y haber tenido que recurrir al FMI obligó a modificar los planes de Macri y sus estrategas, pero tal vez el timing no fue tan malo: queda tiempo para intentar una recuperación.

Como Argentina frente a Nigeria, el gobierno depende de sí mismo. Pero para seguir adelante, necesita mejorar y mucho. Tiene una nueva oportunidad. La gran pregunta es si habrá de aprovecharla.

Publicado en TN el 23/06/2018