Las tasas no ceden y la recesión baila entre nosotros con una cadencia que no por conocida deja de lastimar.
La diferencia es apenas un movimiento de cabeza. Pero lo es todo. El coloquio industrial de la UIC, realizado el martes pasado en Córdoba, aportó pruebas irrefutables. Las cabezas levantadas que miraban hacia adelante para persuadir sobre un futuro mejor contrastaban con una mayoría de ojos que apuntaban hacia el piso, hipnotizados por la crudeza del presente.
Aunque hay matices, se puede trazar una analogía con el humor social, aun cuando en Córdoba, según un sondeo de Deloitte y D’Alessio Irol, el nivel de expectativas es mucho mejor que en Buenos Aires.
Como sea, son escenas en las que el Gobierno nacional palpa sus propios límites: en tiempos de ajuste del gasto y a horas de rendir el primer parcial ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), el margen de maniobra en el corto plazo es acotado y, en rigor, toda la energía se consume en estabilizar las variables financieras.
El dólar volvió a cabalgar y habrá nuevos relinchos, por la simple razón de que, más allá de los aportes del FMI, la economía local no es capaz de generar el volumen de dólares que demanda.
Las tasas no ceden y la recesión baila entre nosotros con una cadencia que no por conocida deja de lastimar. El presidente Mauricio Macri mandó a buena parte de su gabinete a contagiar tranquilidad y a dar argumentos de un respiro a fin de año.
Pero el recorrido desestacionalizado de la actividad económica es sintomático. Más allá del presente, los números oficiales revelan que desde 2010 hasta hoy fue como haber subido y bajado cuatro lomas para volver al mismo valle. En otras palabras, una prolongada fase de estancamiento (claro impacto en el empleo privado) con inflación.
La coyuntura también está alterando las cuentas públicas y deja al descubierto los avatares de las relaciones entre la Casa Rosada y los gobernadores. Tiempo atrás, era impensado que el Centro Cívico enviara a los medios un comunicado cuyo título mencionara “la caída de la recaudación provincial”.
Los recursos, que ya venían boqueando por la calle de los ingresos propios, terminaron por tropezar el mes pasado, con una caída real en la cuenta total.
Es un llamado de atención, no sólo porque no está claro si se tocó el piso del sótano, sino porque pone bajo la sombra al ahorro primario, que es vital para sostener la inversión en infraestructura en tiempos de mercados “cerrados”.
Por si algo faltaba para edulcorar la ciclotimia de un 2018 disruptivo, la saga de los cuadernos está abriendo un capítulo tan inesperado como impredecible, más allá del rápido intento de imputados y sospechosos de encapsular la corrupción en un pecado de recaudación electoral informal.
Una cosa es juntar plata “en negro” para una campaña y otra, muy diferente, reconocer que los billetes salen del corazón de un esquema estructural de sobreprecios y coimas en la obra pública, en años en los que las estructuras estatales pasaron sin vergüenza la barrera del sobrepeso, y la presión fiscal se disparó para alimentar ese mayor gasto.
Publicado en La Voz del Interior el 11/08/2018