Los mercados oscilan entre la desilusión, la desconfianza y el terror

“Mejor que prometer es realizar”, reza la máxima peronista. En el mercado financiero muchos opinan lo contrario. Añoran al Macri candidato, al que prometía la agenda de transformaciones estructurales. Esa reputación le facilitó la emisión de títulos públicos con los que navegó los primeros dos años de mandato y gracias a los cuales, paradójicamente, pudo postergar esas mismas reformas. A punto de cumplir tres años en el poder, el presidente más promercado de nuestra historia reciente generó, en la comunidad de negocios y en buena parte de su electorado, una profunda desilusión. Eso se verifica en el altísimo riesgo país, de 745 puntos, y en la floja demanda de títulos públicos. Antes de que el ciclo se revierta, tenemos meses de recesión por delante. Casi nadie espera que las cosas se modifiquen significativamente en el corto plazo.

 De cara al proceso electoral de 2019 impera en los mercados, a pesar de todo, el pragmatismo: la decepción con Cambiemos, ahondada por el improvisado manejo de la crisis cambiaria, constituye el escenario menos malo si se lo confronta con las opciones hasta ahora existentes: Alternativa Federal y, en especial, Unidad Ciudadana. Esto no implica que predomine nada parecido al optimismo respecto de un eventual segundo mandato del actual mandatario: “Imaginate otra gestión con una probable minoría en ambas cámaras, limitada por la restricción fiscal, imposibilitada de avanzar con la agenda de reformas, con un presidente ‘pato rengo’ y más disputas por su sucesión”, comentaba esta semana un avezado operador bursátil.

 Por su parte, el peronismo moderado genera en los mercados una confusión cercana a la desconfianza. Muchos inversores que tuvieron reuniones privadas con algunos de sus principales referentes salen entre sorprendidos y esperanzados por lo que escucharon. “Tienen en claro la necesidad de implementar reformas, incluyendo áreas políticamente sensibles como la laboral y la previsional”, contó un inversor europeo que participó en un evento previo a la Cumbre del G-20, en el que Nicolás Dujovne admitió que el principal riesgo es el político. Sin embargo, sobreviene la decepción cuando esos mismos líderes hablan en público, critican el programa con el FMI o, más aún, plantean posiciones ambiguas respecto deun eventual acuerdo con el kirchnerismo. “No entienden que tenemos que ganar la elección para gobernar: estamos en plena campaña”, afirmó uno de los integrantes de Alternativa Federal. Nadie desconoce la tradición de pragmatismo que siempre caracterizó al peronismo, con su histórico despliegue de tácticas y estrategias flexibles para llegar al poder y permanecer en él. Pero los gerentes de los fondos de inversión que monitorean dos docenas de países no tienen tiempo ni paciencia para contemplar detalles de la política doméstica. Ante la duda, prefieren vender.

 “Tenemos que trabajar todos para lograr la unidad del peronismo. Es difícil, pero el que no suma, resta y facilita el triunfo de Macri”, me dijo un exministro noventista, visiblemente rejuvenecido gracias a semejante desafío. En los mercados genera escozor la mera hipótesis de que los segmentos más racionales del justicialismo acuerden con Cristina, aunque nada se sepa o se imagine sobre el contenido de ese compromiso. En el Gobierno, por el contrario, la celebran: suponen que dicho pacto les permitiría polarizar la elección, pues los atributos ideológicos moderados y la construcción política embrionaria de Alternativa Federal quedarían rápidamente desplazados por los duros componentes del populismo autoritario que caracterizan a la expresidenta.

 A medida que se acerca el inicio del ciclo electoral y se mantienen las principales tendencias de opinión pública, la hipótesis de un posible retorno de CFK genera verdadero terror en el sector privado. Axel Kicillof intentando enviar señales de relativa moderación no produce ningún efecto positivo. Al contrario: la chance de que vuelva a tener un cargo jerárquico es prácticamente sinónimo de default, cepos, controles extremos y potenciales riesgos expropiatorios.

 Esto se retroalimenta con afirmaciones doctrinarias como las que Cristina hizo en la contracumbre organizada por Clacso, en particular cuando se refirió a la necesidad de rediseñar los sistemas democráticos y terminar con la división de poderes. Un potencial retorno del kirchnerismo implicaría un “nuevo régimen político”, como afirmó el fin de semana pasado AMLO en su discurso de asunción en San Lázaro, sede del Congreso mexicano. ¿Qué otros componentes críticos incluiría la inevitable reforma constitucional que impulsaría Cristina? ¿Su reelección indefinida? Esta presunción toma más cuerpo por su cercanía con Evo Morales, que pretende entronizarse a pesar de los límites impuestos por su propia Constitución y hasta por el resultado de un plebiscito. El viejo concepto del “vamos por todo” parece más vigente que nunca, a pesar de que una remozada “yegua herbívora” pretenda seducir a los votantes afectados por la crisis económica. Por ahora, en todos los sondeos, incluyendo el monitor de opinión pública que mensualmente elaboro con D’Alessio-IROL, se verifica que al menos un 30% de la sociedad tiene una buena imagen de Cristina. Si bien su nivel de rechazo sigue siendo elevado, “la crisis económica va camino a agudizarse y eso ampliará nuestro electorado”, afirmaba confiado uno de sus lugartenientes.

 Melconian acaba de afirmar que la recuperación económica no llegará a tiempo para mejorar las expectativas electorales de Cambiemos. Al contrario, puede ocurrir que la naturaleza del proceso político la postergue. La “doctrina Dujovne” convertida en un bumerán: el riesgo político real sería una responsabilidad del propio Gobierno. En agosto de 2017 el panorama se complicó como consecuencia de que Cristina apareciera competitiva en las elecciones para senadora. Si en 2019 ocurre lo mismo en una elección presidencial, un terremoto financiero alteraría la dinámica política del proceso de sucesión presidencial mucho antes de las primarias: los mercados siempre se adelantan. El pánico derrumbaría los bonos y las acciones, impactando en la ya alicaída actividad económica. Es el peor escenario para Macri, que advertiría demasiado tarde el error de eternizar la polarización con el antiguo régimen.

 ¿Puede suceder lo contrario? Si Cristina no crece y Macri se afirma, mejoraría el valor de los activos y eso aceleraría la recuperación, incrementando las perspectivas de Cambiemos. Solo el optimismo que sobrevive en torno del Presidente puede hacer de esa vana ilusión un escenario electoral factible. La gran incógnita consiste en develar si Alternativa Federal será capaz de aprovechar el alto nivel de rechazo que tienen Macri y Cristina. ¿Cómo armar una estrategia suficientemente seductora y amplia para lograr el apoyo de un electorado desencantado, desconfiado y abatido por la crisis? Es un desfiladero angosto y sinuoso. Si conforma una oferta electoral competitiva y se presenta como opción a Cambiemos, parte del voto kirchnerista será esencial en la segunda vuelta. Si el oficialismo se desinfla y la gran final es contra CFK, deberá sacar a relucir sus componentes más moderados. Un galimatías que puede parecer demasiado hasta para los peronistas más experimentados.

Publicado por La Nación el 07/12/2018