Cómo irse bien de la empresa

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En un contexto de alta rotación laboral, nunca conviene renunciar en malos términos. Qué recomiendan los especialistas para dejar las puertas abiertas cuando se cambia de compañía.:
Me voy. ¿A tu casa? No, a un trabajo nuevo…. Empiezo mañana”. La frase es un mazazo para el jefe, pero puede volverse en contra y devolver el golpe en el momento menos pensado. Irse bien de un trabajo a veces es complicado, pero siempre conviene a largo plazo.
El cambio de paradigmas individuales y colectivos hace que se viva una época con mayor movilidad laboral que otras. “La ola de desestructuración del empleo y del concepto de empleo de por vida que trajo la generación Y está empujando también estos deseos en otras generaciones”, diagnostica Ana Renedo, directora asociada de Oxford Partners.
“Vimos más movimiento este año que en 2013. En puestos ejecutivos, el incremento fue de cerca del 50 por ciento, sobre todo, en analistas semi senior y senior. Algunas compañías estuvieron reemplazando empleados de más antigüedad por perfiles más jóvenes, con más energía y flexibilidad”, dice Diego Kirschenbaum, director de la consultora Capital Humano.999
Paula Molinari, presidenta de Whalecom, coincide: “Hoy hay muchísima más movilidad. Por un lado, porque las personas sienten que para crecer hoy es más importante cambiar de empresa que escalar posiciones internamente. Pero, además, porque la gente le da más importancia a sus preferencias que antes. Y va eligiendo en función de sus valores, el sector de actividad en el que quiere seguir su carrera”.
Brenda Bianquet asumió hace dos meses su cargo de jefa de prensa de Newsan, fabricante de electrodomésticos que incluye marcas como Siam, Sanyo, Philco, Noblex y Atma. Licenciada en Relaciones Públicas (UADE), con sólo 29 años es un ejemplo de una carrera planificada en función de intereses profesionales. “Empecé antes de recibirme trabajando en un programa de jóvenes profesionales de la universidad. Allí estuve cinco años, después pasé a la Fundación Konex, donde desarrollé el área de prensa. Me quedé un año y medio y pasé a trabajar en publicidad por mi cuenta. Uno de mis clientes, Alimentos Báez, me contrató para armar su sector de RR.II. Acepté porque quería probar en el sector industrial”.
Después de Báez, Bianquet recaló en Emprendia, la primera empresa B de la Argentina y una consultora de comunicación estratégica y sustentabilidad. En el medio volvió dos años a trabajar nuevamente a la UADE. “Creo que desde los 21, cuando me recibí, a los 29 años que tengo hoy me di el gusto de trabajar en todas las áreas de mi profesión. Y tengo la experiencia como para encarar este puesto en una compañía en la que trabajan 4000 personas”, cuenta.
Bianquet asegura que pudo charlar con cada uno de sus jefes cuando tomó la decisión de irse. “Con todos fui clara en lo que significaba el pase en mi plan de carrera y me entendieron. Sigo teniendo relación con todos”.

Buenas políticas

Algunos sectores, como el tecnológico o el petrolero, tienen más pases que otros pero las idas y vueltas acompañan a los cargos ejecutivos en casi todas las compañías. La tendencia cambia el paisaje pero no las reacciones cuando un mando se va. Irse pegando un portazo está tan mal visto ahora como cuando no existía el Facebook. La diferencia es que hoy todo es más visible.
“En cualquier proceso de reclutamiento y selección, ya casi al final, el pedido de referencias a empresas anteriores tiene un peso enorme en la decisión, más allá de la trayectoria profesional, el CV y el know how del postulante”, grafica Claudio Ameijeiras, de la consultora de desarrollo organizacional Theorema.
El especialista asegura que en un contexto de tanta movilidad, la desprolijidad puede jugar en contra: “Siempre es bueno no cerrar ninguna puerta, ya que la prolijidad y el cuidado de los detalles hablará muy bien del profesional que decide un cambio laboral en su vida”.
¿Cómo cerrar la puerta y no golpearla? “Esencialmente, hay que irse con elegancia y respeto por la empresa que se deja”, dice Guillermo Ceballos Serra, profesor de Recursos Humanos de la Maestría en Administración de Empresas del Instituto Universitario ESEADE.
En la práctica, asegura Ceballos Serra, esto significa dar a la compañía que se abandona una explicación objetiva de las razones que motivaron el cambio. “Respetar un preaviso acorde a la función y responsabilidades. Dejar un correcto inventario de los temas en curso, proponer acciones para concluirlos. Y hasta, idealmente, proponer un potencial reemplazante y ofrecer mantener el contacto para temas que lo requieran, aún cuando empiece a trabajar en la nueva empresa”, dice.
“En todos los lugares de los que me fui siempre capacité a las personas que quedaron en mi lugar y seguí atendiendo consultas ligadas a mi función anterior”, cuenta Bianquet y asegura que sus transiciones duraron un promedio de dos meses. “Un mes dentro de la empresa que dejaba y el otro ya en funciones en la nueva. Más de una vez terminé mi horario en el nuevo trabajo y volví al anterior a terminar de capacitar al que quedaba en mi cargo. Siempre además dejé una síntesis de trabajos pendientes y un protocolo de acción para minimizar conflictos en mi ausencia”.

La palabra justa

Para no pegar un portazo hay que cerrar la puerta despacito. Los especialistas aseguran que el mejor aliado en todas las situaciones es la comunicación. “Hay que avisar que uno se va lo antes posible. Ser claro y enfatizar que el nuevo puesto significa un paso en lo profesional”, dice Pablo Molouny, gerente General del portal Trabajando.com.
Para Juan Gabriel Micheletti, gerente de Selección del grupo Bayton, no hay que tenerle miedo a hablar. “Uno puede ir dando señales de que el puesto en el que está no es el que cree adecuado para su carrera. Puede manifestar sus necesidades de crecer”, explica. Si no hay espacio en la empresa, queda claro que en algún momento, ese cuadro va a buscar por fuera de la compañía.
Cambiar de trabajo es una decisión difícil, pero una vez que el nuevo puesto está confirmado, ir directo al grano con los empleadores que se van a dejar rinde a largo plazo. “Hay que ser claro. No hablar mal, ni menospreciar el trabajo que se realizó en la empresa y hacer hincapié en que el nuevo puesto es una posibilidad de crecer o tomar un rumbo distinto”, agrega Micheletti.
Despedirse por mail está bien para los compañeros, pero está mal visto usarlo como medio de comunicación con los jefes. En este caso los especialistas recomiendan la charla individual con el superior al que se va a abandonar. Incluso en ámbitos fuera de los laborales.
El proceso no está libre de angustias. Laureano López, licenciado en relaciones del Trabajo, dejó en 2012 su puesto como jefe de Cobranzas en el Banco HSBC y una carrera de 12 años en la compañía. Admite que la charla le costó. “Comunicar a mis superiores la decisión no fue fácil. Por la dinámica del sector y la presión constante sobre los resultados y el logro de los objetivos, sabía que la noticia no caería para nada bien. Finalmente, lo hablé y les ofrecí un tiempo para colaborar en traspaso de tareas. Se hizo más largo de lo que pensaba pero fue bueno para ambas partes”. Hoy, López es responsable de Proyectos en la consultora Theorema y dice que cerrar su etapa en el banco en buenos términos le abrió muchas puertas después de su renuncia.
El tiempo es vital, pero casi nunca sobra. Molouny asegura que, como mínimo, una salida organizada requiere de un mes de preaviso. “Es lo necesario para organizar tareas y delegar funciones para que todo siga andando de la misma manera que antes”, sostiene.
Los tiempos entre el nuevo puesto y el viejo marcan con distintos relojes. “Casi siempre lo que termina pasando es que desde el nuevo trabajo apuran para incorporarse y en el viejo demandan tiempo para dejar todo resuelto”. En el medio las ojeras crecen. “La situación es estresante, pero es preferible quedarse un par de horas más en el trabajo que se deja, para solucionar temas, que quedar mal. Esos mismos jefes son los que van a contestar cuando pidan antecedentes nuestros del nuevo trabajo o de otros que lleguen después”, explica Ameijeiras.

El legado

La mayoría de los cambios se dan en mandos medios. Posiciones que responden a un superior pero que, además, tienen gente a cargo. Qué va a pasar con el equipo, quién va a ser su sucesor, cómo se terminarán las tareas que llevan su firma. Son cuestiones cuya resolución habla del que se va, pero también de los que quedan.
Molouny asegura que hay dos situaciones: “Una, la óptima, en el que la relación previa era buena y en la que la salida se charla en buenos términos y se puede consensuar cómo quedará todo. Y otra, a veces la más frecuente, en la que el que se va lo hace disconforme y desgastado. Y no termina tan bien”.
Nora D’Alessio, socióloga y vicepresidente de la consultora D’Alessio IROL, asegura que para las empresas, aceptar que un recurso valioso se va a veces es
aún más angustiante que para el empleado que renuncia. “Se abre un período de ardua búsqueda. La transición puede durar meses. Por eso siempre es mejor para ambas partes, ponerse de acuerdo y trabajar juntas”, recomienda.
Micheletti asegura que la reacción de las empresas a veces es parecida a las de las personas y también responde a la cultura nacional. “En muchas PyMEs, la relación entre jefes y empleados es muy simbiótica y la renuncia puede ser vista como una especie de traición. Las compañías multinacionales están más acostumbradas a la movilidad de sus empleados”, apunta.
Con respecto al peso para incidir en el reemplazante, todo dependerá de la política de la empresa. “Hay algunas compañías que prefieren tomar a alguien de afuera y otras que consideran valioso promover gente del equipo del que se va o, incluso, si hay una buena relación, lo consultan con el que se va”, describe Molouny.
En tiempos de gran movilidad como el actual, casi todas las empresas tienen un Plan B con posibles reemplazantes para sus cuadros decisivos. Ameijeiras advierte que un tip básico para no quedar mal es no llevarse a parte del equipo a la nueva empresa. “Puede ser una gran tentación, sobre todo, para cuadros de mando que formaron a sus colaboradores, pero está muy mal visto”, subraya.
Los especialistas aseguran que renunciar en buenos términos puede redundar en buenas recomendaciones. “No es lo mismo lo que uno busca a los 20 que lo que quiere a los 40 y uno nunca sabe si va a necesitar de sus antiguos jefes”, dice Micheletti.
“Antes, irse era una demostración de falta de lealtad y la gente que se iba era tratada como ‘traidor’. Ahora, se valora que las personas conozcan la cultura de la empresa. Si han sido buenos colaboradores, pueden incorporarse nuevamente”, asegura Molinari. Una puerta que, si se cierra con cuidado, puede ser la llave para abrir muchas más.
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SITUACIÓN ESTRESANTE

Para muchos especialistas, la salida de un trabajo, aun cuando se deje por algo mejor, puede ser una de las situaciones más angustiantes de la vida. “Implica dejar un sistema de afectos que funciona, en la práctica, con una estructura familiar”, dice Gabriela Vera, titular de Psicología Laboral de la Facultad de Medicina de la Fundación Barceló. “Junto a mudarse o separarse es una de las situaciones más estresantes. Implica muchos cambios personales, nuevos desafíos, nuevos compañeros, la incertidumbre del nuevo espacio, en muchos casos dejar un espacio de confianza y cierta comodidad, hasta lo cotidiano, una forma de movilizarse quizás distinta, un nuevo lugar geográfico”, agrega Diego Kirschenbaum, de Capital Humano. Por eso la decisión es tan difícil de tomar. Consultar con pares o referentes puede ser tranquilizador. Irse bien, también. “Los afectos no se pierden. Irse de un trabajo no implica dejar de hablar con los que nos llevábamos bien, ni faltar a las salidas o a las reuniones que organizan”, explica Vera. “La clave, como en todo, es la comunicación”.
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Tips

AVISAR. La empresa necesita un tiempo no menor a dos semanas para hacer el traspaso de responsabilidades a otra persona.

NO BAJAR LA GUARDIA. No disminuir el desempeño ni el compromiso. A veces, las personas que cierran un ciclo están pensando más en su próximo trabajo que en las tareas de ese momento, y esto no es buena señal.

CAPACITAR. Desarrollar al cuadro de reemplazo. Si se hicieron bien las tareas, se debería haber planeado la sucesión en cabeza de un colaborador preparado para este momento.

COLABORAR. Contestar llamados y consultas, aún estando en el nuevo trabajo.

NO CONTAGIAR. Evitar llevarse gente al nuevo trabajo.